Vísperas de Navidad. Intento conectar con el verdadero sentido de la celebración. Durante mucho tiempo me gustó sentir y saber que era una de las pocas fechas del año en la que había gran unión en el mundo.
En muchos sitios del planeta había una reunión, y un brindis . En muchos rincones del mundo las personas se unían, querían reunirse, o volver a casa, o juntarse entre amigos, invitar a alguien nuevo y todos juntos alimentarse, nutrirse de amor y manjares alrededor de una bonita mesa.
He celebrado las navidades en varios sitios del mundo, con diferentes personas y costumbres distintas.
Una oportunidad para sentir el corazón abierto.
Esta visión me despertaba una alegría infantil y romántica que iba más allá de los regalos, el consumo, la publicidad, la formalidad y la presión social por ser felices y estar contentos.
Lo realmente importante
Años más tarde, descubrí que lo importante de celebrar no tenía relación con la comida, ni las fiestas con brindis, ni los regalos, ni la religión católica. Conocí el cristianismo verdadero y conecté realmente la fecha con el nacimiento de un hombre real que abrió muchos corazones y amplió muchas conciencias. Y comencé a celebrar las navidades con una meditación y una oración muy sentida.
Más tarde conocí a AMMA y supe que aquel hombre que dio comienzo a una nueva página de la historia de buena parte de la humanidad debió de parecerse mucho a Ella. Me emocioné mucho de saber que siempre hay una persona humana que encarna el Amor Verdadero. Y la imagen de Amma se sumó en mi mente, mi corazón y mi cena de Nochebuena, que cada vez necesité compartir con personas más cercanas a mi corazón y a mi vida cotidiana.
Todavía relacionaba la navidad con el amor de los demás, de sentirme acompañada, y con la necesidad de que “ellos” me lo dieran a mí para sentirme plena, acompañada y querida, con un lugar en el mundo, perteneciendo a algo más grande que yo misma.
All you need is love. Es verdad, todos necesitamos amor.
Amor por uno mismo
Pasados algunos años más, más allá de los cincuenta, con algo más de trabajo personal y crecimiento, empiezo a entender que la cosa va un poco más allá. Y más allá para mí, ahora, es más adentro. Adentro de mi misma, de mi corazón, de mi esencia.
Por eso, mi pregunta ahora, en Navidad, es, ¿puedo cenar en paz y alegría conmigo misma en nochebuena? ¿Me apetece prepararme una cena especial, con lo que más me gusta, y estar conmigo misma? ¿Respeto mi necesidad y mis ganas más allá de lo que me propone el mundo?
La respuesta es sí, puedo. Algunas veces lo hago. Y otras elijo una buena compañía, amable. A veces se transforma en una fiesta, a veces en algo íntimo, unas veces hay música y otras veces más silencio.
De esta manera, y solo así, he podido sentirme capaz de salir al mundo y compartir de una manera nueva, más libre y espontánea. Sintiéndome más fuerte porque ahora puedo estar en contacto conmigo misma.
Sin dejarme llevar por la energía del ambiente que promete magia, gratificación inmediata mediante el consumo, la importancia de la imagen o la cena perfecta, y la fantasía de un amor ideal de cuento de hadas.
¿Cuál es mi aprendizaje?
El proceso de aprender a estar en contacto con nuestras necesidades y deseos ha sido aprendido en la primera infancia. Si por las causas que fuera esto no ha sido posible, es muy probable que vivamos con el anhelo de una presencia amorosa que nos acompañe permanentemente. Es probable que nos dejemos llevar por la ilusión de un mundo ideal y perfecto en el que nos sentiremos seguros y amados incondicionalmente.
Que a pesar de ser adultos en muchos ámbitos de nuestra vida, vivamos pendientes de las necesidades no satisfechas de nuestro niño interior.
La estabilidad emocional depende mucho del estilo de apego aprendido en la infancia, y en estas fechas se remueve mucho nuestro vínculo primario, con nuestros padres o la persona que fue nuestro cuidador principal, con la necesidad de pertenencia y amor.
Acoger mi deseo con amor
No propongo quedarse solo en estas fechas. Sugiero que nos preguntemos, ¿qué es lo que necesita mi corazón? y acojamos ese deseo amorosamente.
Luego decidiremos qué es lo real y posible hacer en nuestro aquí y ahora. Con quién estar, donde celebrarlo, a quien acoger o quien queremos que nos reciba.
Pero si acogemos este profundo deseo en nuestro corazón con amor, estemos con quien estemos brindando, nos sentiremos acogidos y amados. Por nosotros mismos. Y esto nos dará una profunda satisfacción.
¡Felices Fiestas!