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Por María Inés Gómez 07 may, 2020
Muchos días sin salir a la calle. Sin la vida “normal” tal y como la conocíamos hasta ahora. Esto significa también, sin cierto tipo de estrés, social, de traslados, transportes, carreteras, viajes y actividades. Algunas de ellas de ocio, que terminaban siendo estresantes pero tenían su recompensa. Hemos comprobado que una vida diferente es posible. El ser humano se adapta, tenemos una gran capacidad para ello. A veces a costa de consecuencias traumáticas, pero nos adaptamos. Ya hemos modificado hábitos, conductas, hasta hemos reducido nuestro ritmo metabólico por la falta de actividad física (aunque hayamos hecho yoga, pilates, y estiramientos en casa). Ésta adaptación en algunos casos ha implicado un embotamiento o lentitud mental, en otras personas puede haber habido más claridad y concentración, en muchos insomnio y en otros mejor ritmo de sueño. Como siempre digo, somos y reaccionamos de manera muy distinta. Algo que hemos ganado es en nuestro espacio de seguridad , nos hemos habituado (aunque con quejas, claro, normal…) al sitio en el que nos ha tocado confinarnos. Hemos encontrado un equilibrio, que en muchos casos es precario e incierto, pero puede ser que sea cierto tipo de equilibrio conocido. Nuevos desafíos, nuevos espacios donde hemos encontrado un espacio seguro, o en algunos casos hemos identificado con claridad los posibles y cercanos peligros. Ahora entramos en fase de desescalada de esta seguridad conseguida, para entrar en el mundo externo de peligros reales e intangibles. Hemos pasado una guerra sin escombros en las calles, ni ruidos de bombas ni sirenas. No hemos podido “ver” de primera mano las pérdidas de las personas que han fallecido, no hemos podido compartir el dolor ni llorar las ausencias. Nos han bombardeado con mensajes de “todo va a salir bien” que ha sido tanto un refuerzo como una negación de la tragedia que vivimos. El paisaje urbano será distinto , negocios que no habrán podido resistir y no volverán a abrir sus puertas, espacios vacíos, pocas reuniones, no muchas risas, distancia social visible (o las alertas cuando no la respetemos). No sabemos ni en cuanto tiempo ni cómo nos recuperaremos de esta guerra sin escombros visibles. Y nos sentiremos en peligro. De que esto se vuelva a repetir, que haya un rebrote será responsabilidad nuestra (o eso nos dicen). Miedo porque no nos contagian los enfermos solamente, no podemos ver el peligro, el virus es invisible y muchas veces la enfermedad también. Puedo contagiar sin estar enfermo. Peligro invisible e intangible. Peligro de no recuperar nuestros trabajos, nuestros hábitos, nuestra seguridad económica. Necesitaremos “reinventarnos”, o sea comenzar en muchos casos de nuevo, cambiar de oficio, de dinámicas, con toda la inseguridad que eso implica. Y esto significa volver a descubrir qué es lo que nos da seguridad . El ser humano necesita sentirse seguro y vinculado para poder crecer. Y ambas cosas han sido heridas, la seguridad y las relaciones. Este proceso llevará tiempo, largo tiempo, como todo proceso de cambio. Esta será la verdadera “reinvención”, explorar y descubrir de nuevo mis lugares seguros, mis espacios de seguridad para crecer. Para ello necesitaremos de nuestros sentidos, conocernos, explorarnos y auto-observarnos, monitorizarnos sensorialmente. Necesitaremos de nuestro oído, de nuestra vista, de nuestra capacidad exploratoria consciente e inconsciente. Necesitaremos de la movilidad de nuestro cuello flexible, para observar nuestro entorno, para explorar el espacio, la calle, las personas, ver y sentir cuál es el nuevo lugar seguro. Estaremos en contacto con la frustración, la impotencia y el miedo. Sentimientos que se expresarán ante lo que no podamos hacer, ante lo que sale mal o no esté a nuestro alcance, y ante lo nuevo e incierto. En esta fase será necesario • Aprender a equilibrar y contactar entre lo que ha sido hecho y lo que no ha podido ser. • Nutrirnos de las pequeñas cosas, • Encontrar la sensación de saciedad y satisfacción • Sostener la incomodidad de lo desagradable como algo pasajero • Acompañar y aceptar sin juicio la emoción que surja en cada momento • Buscar momentos de confianza, de entrega a lo que sucede y de rendición ante lo que se nos escapa. Nuestro cuerpo es el gran continente de lo que sentimos y percibimos . Tenemos mucha capacidad de tolerar, con conciencia, muchas y diferentes sensaciones y sentimientos. Nuestro sistema nervioso puede sostener el estrés saludable que acompaña a las situaciones de cambio, nuestra conciencia se amplía cada vez que vencemos un desafío, siempre y cuando tengamos la posibilidad de relajarnos cuando el peligro termine. Tendremos buenas oportunidades de ampliar nuestra ventana de tolerancia a lo desagradable o doloroso y esto nos hará más fuertes. Podremos comprobar nuestra gran resistencia de forma consciente para aumentar nuestros recursos y estrategias de afrontamiento del estrés. Ahora cada momento será una oportunidad de conocerte, de avanzar y desafiarte. Sea cuál sea la situación a la que tengas que enfrentarte, con conciencia saldrá adelante, respirando, poco a poco y atendiendo cada detalle para encontrar el lugar seguro en el que sostenerte para seguir creciendo. Y esto con conciencia, es posible!
Por María Inés Gómez 27 mar, 2020
Estamos viviendo un momento increíble en el que todos nos preguntamos cómo estar en esto de la mejor manera, verdad? Hay miles de respuestas y muchas maneras posibles, tantas como personas y situaciones particulares de vida, esto se ve más que nunca. Llevo días dejándome sentir cómo contribuir públicamente, como pronunciarme respecto a lo que vivimos, y no porque haga falta, sino por aclararme a mí misma y compartir. Para mí, en lo privado es un desafío de conciencia y aceptación de la montaña rusa de estados que se presentan día a día. En lo profesional está muy claro para mí hace tiempo que mi misión es acompañar, sostener, ayudar todo lo que me sea posible. Esta actitud y esta claridad sostiene a mí misma y ayuda a sanar a otros, y eso es lo que estoy haciendo. En la medida que sea hacer el cambio de sesiones presenciales por online, y viendo/sintiendo muy buenos resultados. El corazón es capaz de transmitir más allá del límite de la pantalla. Ante esta situación tan excepcional me he encontrado con una forma sofisticada de exigencia y quiero decir algo sobre ello. Es verdad que toda crisis es una oportunidad de cambio, que puede dirigirse hacia algo mejor o peor. La dirección y el resultado podremos verlo a mediano o largo plazo. Lo difícil es el proceso. Y es importante tener en cuenta que el final no existe, porque siempre estamos en camino hacia alguna parte. Estamos siendo inoculados por el virus del pánico y la crueldad a través de los medios, que nada saben de compasión ni sensibilidad. Lo que significa que sentimos miedo, la muerte genera miedo, la enfermedad y la incertidumbre también lo alimentan. No hay antídotos para esto, hay procesos, hay conciencia, hay recursos, si . Pero en el miedo estos recursos se esconden. Dependiendo de la situación laboral, personal, económica y familiar hay miles de experiencias diferentes. En la mayoría de las cuales es muy difícil encontrar calma, serenidad o disfrute de esta “oportunidad”, para hacer cosas pendientes, reflexionar o hacer orden o nuevos planteamientos de vida. Activando mis recursos como Psicoterapeuta Corporal, lo que me doy a mí misma es Permiso . Y te sugiero que lo pruebes. Permiso para sentir lo que sea que sientas, permiso para percibir sensaciones, permiso para desesperarse, para tener miedo, para alegrarse por la primavera, por una caricia, para sentir el agobio de la muerte que nos toca profundamente, permiso para la soledad y el aburrimiento, la apatía, para el yoga y el baile, para comer, cocinar y dormir. Permiso para saber lo que sucede, o para no saber. Permiso para conocer lo que hay en ti, en tu cuerpo, tus emociones y pensamientos. Todo este permiso ayudará a que en el cuerpo queden las menores secuelas posibles. Porque la emoción (la que sea) pasará, porque el miedo pasará, la pandemia pasará, el confinamiento también pasará. Porque lo desagradable, difícil, lo bonito, también pasará. Y seguiremos adelante. Mi sugerencia es que No te esfuerces, no reprimas, no te exijas, recibe lo que sientas, lo que notes, lo que pienses, alimentando lo menos posible cada una de estas percepciones para que puedan fluir y transformarse por sí mismas en otro estado, en lo que sea que se transformen. Para que cambien, se transformen, se unan y se separen, y te ayuden a regularte, a saber lo que necesitas y atenderlo, si puedes, o cuando puedas. Para sentir miedo, rabia, horror, pena, alegría…o nada de nada. Esto es fluir. Esto es la vida. La filosofía budista, en algunas de sus vertientes, nos enseña esto hace miles de años. Recibe, siente, deja ir, sé consciente, no dejes que tu mente controle todo, no intentes llevar todo siempre a un sitio determinado. “Cuando todo se derrumba y estamos al borde de no se sabe qué, la prueba para cada uno de nosotros es permanecer en ese punto y no concretar. El camino espiritual no consiste en tratar de llegar al cielo y acabar accediendo a un lugar magnífico” Pema Chödrön. (Cuando todo se derrumba) Y si ves que nos puedes, no sabes, no tienes fuerzas, pide ayuda. Te ayudaremos a que las recuperes y encuentres tu mejor manera de transitar lo que te suceda. Aquí estamos. Y somos muchos!
Por María Inés Gómez 13 nov, 2019
“ Si camino hacia adentro de mi nunca veo el final de los senderos, al contrario, se abren a cientos como las venas de mi cuerpo dándome más vida. De todos los caminos, sin embargo, conozco la meta: es la luz, transparencia inequívoca que me permite avanzar aún consciente de mi ceguera.” Esta es una bonita descripción de lo que significa comenzar un proceso de terapia. Adentrarse en uno mismo y descubrir caminos que llevan a lugares nuevos, luminosos u oscuros, pero en los que en el final siempre hay una luz que no éramos capaz de ver al inicio. Puede ser una luz brillante, o una suave, pero nos muestra algo saludable que habita en nosotros y no lo sabíamos. El mundo que nos está tocando vivir, siempre cambiante e inestable nos lleva frecuentemente a entrar en situaciones de conflicto que pueden llegar ser muy profundas. Seguro que alguna vez te ha sucedido que no sabes para dónde tirar, ni que es lo que sientes y quieres. Es muy habitual no tener suficientes herramientas para gestionar lo que nos sucede. Los motivos son variados, nuestra educación emocional suele ser bastante pobre y las necesidades personales van cambiando en cada etapa y momento de la vida, por lo que nuestras herramientas aprendidas caducan con el tiempo. Por eso es muy necesario, tomarte un tiempo para pensarte en compañía, para escucharte y escuchar, para sentirte y mirar la vida desde nuevos ángulos, y con nuevos ojos. Para dejarte acompañar y cuidar, para aprender a conocerte y cuidarte. Para sanar heridas y sentirte cada vez más seguro en la propia piel y en tu pequeño o gran mundo vital. Si esto es lo que sientes, que puede expresarse en forma de cansancio, falta de motivación, angustia, estrés o simplemente la sensación de que necesitas un cambio y no sabes cómo hacerlo, no dudes en pedir ayuda profesional. Estoy aquí, y me he entrenado personal y profesionalmente para acompañar procesos de cambio vital y transformación personal. Contacta conmigo y da el primer e importante paso hacia el cambio que es pedir ayuda y dejarte acompañar. El bienestar y el disfrute que encontrarás en el camino será la luz que te guíe. (Poema de Begoña Abad. 2014)
Por María Inés Gómez 06 may, 2019
Muchas veces en la vida nos sentimos agobiados. Sin espacio, sin tiempo, sin descanso, o sin alegría, haciendo un esfuerzo para sostener el día a día. Buscamos maneras de compensar este estrés saliendo de viaje, haciendo dietas desintoxicantes o tomando suplementos para tener más energía. Estos son buenos recursos, pero no siempre son herramientas que están individualizadas para cada persona y para el momento que estamos viviendo. Aquí os dejo algo de información interesante sobre nuestro sistema nervioso que espero que os sea útil. Cualquier pregunta no dudéis de hacerme algún comentario o consulta. Me encantará escucharos! https://namagazine.es/2019/05/03/aprende-a-regular-tu-sistema-nervioso-y-liberate-del-estres/
Por María Inés Gómez 18 mar, 2019
Estamos en tiempos de cambios y adaptaciones permanentes a todos los niveles, algo que nuestra biología y anatomía lleva haciendo desde siempre sin que seamos conscientes de todos los procesos. El cambio es lo único permanente, dice la filosofía budista, y eso nos confirma que somos flexibles, que nuestra esencia nos pide permanentemente evolucionar,crecer, madurar, seguir hacia adelante. Tal y como son nuestras células puede ser nuestra vida. En permanente transformación y crecimiento. Abrirnos a que esto sea tangible solo necesita de nuestra apertura a la información y a la sensibilidad, algunos de nuestros son maravillosos recursos que podemos nutrir, alimentar para que este crecimiento sea saludable. Como psicoterapeuta veo cada día este proceso en mi consulta, y contribuyo a que esta conciencia se expanda y expanda para construir una sociedad mejor, y para que podamos vivir saludablemente en los tiempos que nos tocan, con sus desafíos y beneficios. Uno de los retos de hoy es aprender de nuestro organismo, la ciencia va más rápido que la conciencia y unirlas nos lleva a un lugar seguro y creativo. Por eso el artículo de este mes. Espero que te guste y te acompañe a seguir creciendo. Me gustará recibir tus comentarios y/o sugerencias de nuevos temas que te interesen para seguir compartiendo. Aqui lo tienes en el siguiente enlace: https://namagazine.es/2019/03/11/anatomia-vivencial-psicoterapia-corporal-para-psicoterapeutas/ Saludos a tod@s y un cálido abrazo!!
Por María Inés Gómez 21 feb, 2019
Este inicio de año, que ya casi nos queda muy atrás, ha comenzado con un nuevo articulo, escrito por mí, y publicado por Na Magazine en el que os cuento algunos puntos importantes sobre el tema de la salud y la enfermedad. Espero que os guste!!! Si tienes algún comentario no dudes en contactarme . Puedes leer el artículo completo en el siguiente enlace: https://namagazine.es/2019/02/01/anatomia-vivencial-el-sentido-individual-de-la-enfermedad/
Por María Inés Gómez 21 dic, 2018
Vísperas de Navidad. Intento conectar con el verdadero sentido de la celebración. Durante mucho tiempo me gustó sentir y saber que era una de las pocas fechas del año en la que había gran unión en el mundo. En muchos sitios del planeta había una reunión, y un brindis . En muchos rincones del mundo las personas se unían, querían reunirse, o volver a casa, o juntarse entre amigos, invitar a alguien nuevo y todos juntos alimentarse, nutrirse de amor y manjares alrededor de una bonita mesa. He celebrado las navidades en varios sitios del mundo, con diferentes personas y costumbres distintas. Una oportunidad para sentir el corazón abierto. Esta visión me despertaba una alegría infantil y romántica que iba más allá de los regalos, el consumo, la publicidad, la formalidad y la presión social por ser felices y estar contentos. Lo realmente importante Años más tarde, descubrí que lo importante de celebrar no tenía relación con la comida, ni las fiestas con brindis, ni los regalos, ni la religión católica. Conocí el cristianismo verdadero y conecté realmente la fecha con el nacimiento de un hombre real que abrió muchos corazones y amplió muchas conciencias. Y comencé a celebrar las navidades con una meditación y una oración muy sentida. Más tarde conocí a AMMA y supe que aquel hombre que dio comienzo a una nueva página de la historia de buena parte de la humanidad debió de parecerse mucho a Ella. Me emocioné mucho de saber que siempre hay una persona humana que encarna el Amor Verdadero. Y la imagen de Amma se sumó en mi mente, mi corazón y mi cena de Nochebuena, que cada vez necesité compartir con personas más cercanas a mi corazón y a mi vida cotidiana. Todavía relacionaba la navidad con el amor de los demás, de sentirme acompañada, y con la necesidad de que “ellos” me lo dieran a mí para sentirme plena, acompañada y querida, con un lugar en el mundo, perteneciendo a algo más grande que yo misma. All you need is love. Es verdad, todos necesitamos amor. Amor por uno mismo Pasados algunos años más, más allá de los cincuenta, con algo más de trabajo personal y crecimiento, empiezo a entender que la cosa va un poco más allá. Y más allá para mí, ahora, es más adentro. Adentro de mi misma, de mi corazón, de mi esencia. Por eso, mi pregunta ahora, en Navidad, es, ¿puedo cenar en paz y alegría conmigo misma en nochebuena? ¿Me apetece prepararme una cena especial, con lo que más me gusta, y estar conmigo misma? ¿Respeto mi necesidad y mis ganas más allá de lo que me propone el mundo? La respuesta es sí, puedo. Algunas veces lo hago. Y otras elijo una buena compañía, amable. A veces se transforma en una fiesta, a veces en algo íntimo, unas veces hay música y otras veces más silencio. De esta manera, y solo así, he podido sentirme capaz de salir al mundo y compartir de una manera nueva, más libre y espontánea. Sintiéndome más fuerte porque ahora puedo estar en contacto conmigo misma. Sin dejarme llevar por la energía del ambiente que promete magia, gratificación inmediata mediante el consumo, la importancia de la imagen o la cena perfecta, y la fantasía de un amor ideal de cuento de hadas. ¿Cuál es mi aprendizaje? El proceso de aprender a estar en contacto con nuestras necesidades y deseos ha sido aprendido en la primera infancia. Si por las causas que fuera esto no ha sido posible, es muy probable que vivamos con el anhelo de una presencia amorosa que nos acompañe permanentemente. Es probable que nos dejemos llevar por la ilusión de un mundo ideal y perfecto en el que nos sentiremos seguros y amados incondicionalmente. Que a pesar de ser adultos en muchos ámbitos de nuestra vida, vivamos pendientes de las necesidades no satisfechas de nuestro niño interior. La estabilidad emocional depende mucho del estilo de apego aprendido en la infancia, y en estas fechas se remueve mucho nuestro vínculo primario, con nuestros padres o la persona que fue nuestro cuidador principal, con la necesidad de pertenencia y amor. Acoger mi deseo con amor No propongo quedarse solo en estas fechas. Sugiero que nos preguntemos, ¿qué es lo que necesita mi corazón? y acojamos ese deseo amorosamente. Luego decidiremos qué es lo real y posible hacer en nuestro aquí y ahora. Con quién estar, donde celebrarlo, a quien acoger o quien queremos que nos reciba. Pero si acogemos este profundo deseo en nuestro corazón con amor, estemos con quien estemos brindando, nos sentiremos acogidos y amados. Por nosotros mismos. Y esto nos dará una profunda satisfacción. ¡Felices Fiestas!
Por María Inés Gómez 07 nov, 2018
Todos hemos oído hablar de traumas, y es un tema que nos toca a todos en diferente medida. La palabra y el concepto de trauma están muy extendidas actualmente. Muchas veces se generaliza el concepto aplicándolo a cualquier evento difícil que se haya vivido, otras se habla de él como un hecho desvastador, y también se menciona como algo irreparable y definitivo. Quiero aquí poner atención a un par de aspectos importantes que espero sean útiles para aclarar dudas. Hay muchos tipos de trauma, que dejarán consecuencias diferentes dependiendo de su intensidad, del momento del desarrollo en el que ha sucedido, y de la manera en que se ha vivido. Es importante la difusión que se hace del tema porque tener conciencia de su existencia ayuda a entender cómo es que muchas veces, haciendo tantos esfuerzos para cambiar una actitud o sentimiento no conseguimos el resultado que necesitamos. Y por más que observemos, intentemos recordar, revisemos nuestra historia personal, no encontramos el origen del conflicto. Una de las características significativas es que en la experiencia de trauma la energía pierde su movimiento vital, se congela , se bloquea el flujo saludable. En el trauma se produce una captura de la energía emocional que no fue posible descargar en el momento en que se vive la experiencia. Esta dosis de energía, una vez bloqueada, deja de estar disponible en el organismo. A partir de allí, no estará accesible para el momento presente. Esto sucede porque la energía emocional de la experiencia vivida está encapsulada, la emoción está intacta tal y como la sentimos en aquel momento. El tiempo y el espacio dejan de existir en esa capsula que se almacena en el inconsciente. Esto responde a un mecanismo de supervivencia en el que la conexión con el córtex cerebral se desconecta y prevalece la información en el cerebro límbico. Esto permite a la persona/organismo seguir adelante con la vida sin estar en permanente contacto con ese sentimiento desbordante que no ha podido ser acogido ni procesado como era necesario. Podremos acceder a esa emoción cuando estemos en un espacio seguro que nos permita expresarla sin riesgo. Las emociones que pueden estar retenidas son muy diversas, miedo, rabia, tristeza, soledad, y también una combinación de varias. Emociones que no pudieron ser atendidas o sentidas en su momento, porque la situación o el entorno no eran favorables para que esto sucediera. Precisamente una de las condiciones para que este congelamiento se produzca es que lo vivido era demasiado intenso, o demasiado incomprensible para ser asimilado, y que haya sido vivido en soledad, sin que la persona pudiera sentirse acompañada o comprendida por alguna otra persona. Esto hace que la emoción puede ser percibida como fuera de la experiencia humana y nos quedamos sin herramientas ni recursos internos para digerirla y asimilarla. Hay dos grandes tipos de trauma · El trauma de choque : un único episodio, de gran dimensión y que ha ocurrido de forma sorpresiva, que a mi cuerpo y a mi mente no le fue posible procesar. Por ejemplo, una catástrofe natural, una guerra, un accidente, una agresión violenta de alguien en quien confiábamos. · El trauma de desarrollo: muchas experiencias dolorosas que se han repetido y mantenido en el tiempo durante el desarrollo o crecimiento de la persona. Abandono emocional, agresiones verbales, negligencia en los cuidados básicos, abusos emocionales y físicos. Episodios que pueden derivar en trauma  Debido a la falta de educación emocional de nuestra sociedad casi todos hemos vivido situaciones traumáticas a lo largo de nuestra vida, sobre todo en nuestra infancia. No siempre somos conscientes de haber vivido una experiencia traumática, las actitudes y los aprendizajes se normalizan, se vuelven habituales y perdemos la noción de lo que es saludable y lo que es tóxico. Vamos a ver algunos ejemplos, no enseñarle a un niño a validar todas sus emociones poniéndoles nombre y dándole espacio para expresarla correctamente es traumático, no darle las herramientas para reconocer y satisfacer sus necesidades básicas anteponiendo las del adulto cuidador, es un abuso que puede ser vivido de forma traumática. Juzgar, criticar o ridiculizar sus actos y su manera de hacer o de sentir puede convertirse en un trauma. Dejarlo al margen de episodios familiares importantes, como la muerte de un ser querido, y ocultar los sentimientos que esto produce, puede ser traumático. De la misma forma que algunas de estas situaciones si se viven aisladamente, y con un apoyo emocional básico, no tienen por qué ser traumáticas para quien las vive. Lo importante: El trauma puede repararse Teniendo en cuenta las diferentes intensidades, la periodicidad y el contexto de la situación vivida, y del trauma, éste puede ser sanado en muchas ocasiones. Es necesaria una exploración, algunas veces muy profunda, para encontrar la experiencia y emociones que lo originaron, porque el lenguaje inconsciente es simbólico y no sigue una causalidad lineal. Es necesario comenzar la exploración por un hilo suelto, un signo (movimiento, tic, conducta repetitiva, o un síntoma) que puede verse como insignificante, pero es la puerta de entrada a un mundo emocional contenido desde hace mucho tiempo atrás. También es importante observar que en el contexto, antes y después de la experiencia de trauma, seguramente también ha habido situaciones o emociones saludables que al hacerlas conscientes nos ayudarán a reparar y equilibrar el dolor sufrido. Es necesario descongelar, y liberar esa energía contenida en el organismo en un espacio seguro, saludable y acogedor. El espacio psicoterapéutico es uno de los mejores contextos para realizar ese trabajo tan importante. Un espacio seguro y con un acompañamiento profesional. Porque es importante valorar de forma individual, personal y respetuosa los síntomas, de diferente intensidad y características, que presenta cada persona sin interpretar ni etiquetar de forma definitiva lo que se ha vivido. Porque un error, una interpretación o una etiqueta también pueden significar un shock diagnóstico traumático que es necesario evitar. Toda experiencia humana moviliza la energía de nuestro organismo en todas sus dimensiones, en la mayoría de las situaciones la reparación implica un re direccionamiento saludable de la energía vital, y la psicoterapia es una potente herramienta que nos ayuda en este proceso de transformación.
Por María Inés Gómez 16 oct, 2018
Estoy segura que coincidiréis conmigo en que estamos en un momento de gran apertura, a nuevos conocimientos, a nuevas experiencias, a nuevos retos, a nuevos paradigmas, y que todo esto forma parte de un camino de libertad y transformación. Y en que, a veces, tanta información puede confundirnos. En este recorrido hacia un nuevo lugar, en el que podemos elegir la ruta y el objetivo con más libertad personal, van sucediendo muchas cosas. Es fácil pensar que si elegimos todo lo que deseamos y nos dirigimos hacia ello, el camino será fluido y agradable. Sólo porque lo deseamos con toda nuestra fuerza, las puertas se abrirán, con mayor o menor dificultad, a nuestro paso, y con nuestra claridad y decisión conseguiremos avanzar sin problemas. Al menos eso he pensado yo muchas veces, ha sido fácil confundir la intención clara con la facilidad para conseguir mis objetivos. Pensaba que ambos temas iban unidos. Y ahora, después de muchas experiencias diversas, he visto que esto sucede así en muchas ocasiones, aunque no en todas, ni todo el tiempo. Hace unos días reflexionaba con una buena amiga, una vez más, sobre los movimientos y procesos corporales que nos van sucediendo en el camino hacia la salud integral. Recuerdo que llamamos salud a un estado de armonía y buena comunicación entre mis pensamientos y sentimientos conscientes con los sentimientos y necesidades inconscientes. Salud es coherencia y comunicación. Y si, tal y como suena, esto es complejo. Posible, pero complejo. Para mí fue importante saber que la enfermedad o el síntoma corporal es parte de esta coherencia. Solemos tomar estas expresiones corporales, en forma de emociones o sensaciones, como parte de un desequilibrio, cuando en realidad, es que el organismo ya está reequilibrando o compensando algo que es necesario para nuestro ser. Para nuestra conciencia no existe ni lo bueno ni lo malo, sino que las cosas son. Hay muchos mecanismos para satisfacer una necesidad orgánica, si hay alguna función en nuestro organismo que no se puede cumplir con eficiencia, siempre habrá otra función que se esforzará por equilibrar esta falta, y mantener las funciones básicas necesarias. Si me he torcido un tobillo y cojeo, la musculatura de la otra pierna se esforzará el doble para que garantizar la movilidad y el desplazamiento. Si esto dura mucho tiempo se resentirá esta musculatura, pero seguiremos andando. Se ve sencillo ¿verdad? Seguramente hemos escuchado alguna vez sobre la importancia de los mensajes del cuerpo , como también la sugerencia de entenderlos, descifrarlos o traducirlos. Muchas veces esto es algo difícil de comprender. A mí al menos no me ha resultado nada sencillo. El consciente tiene un lenguaje y el inconsciente tiene otro distinto . Lo que siento en mi cuerpo como molestia o dolor no está en mi consciencia. Si lo hago consciente, ya no es necesario el lenguaje del síntoma para saber que necesito o deseo. Si lo hago consciente me sentiré más integrada, algo nuevo se ha sumado a mi consciencia, ésta se ha ampliado. Si hago consciente mi estrés y aprendo a relajarme, ya no necesito de mi crisis de ansiedad, que ha venido a decirme que mi sistema simpático está sobre exigido. La ansiedad me dice que es necesario que me relaje activando mi sistema nervioso parasimpático. Bajará la tensión, respiraré mejor, y me sentiré más equilibrada. ¿Por qué es tan complejo este proceso? Porque mi inconsciente es más antiguo y más grande que mi consciente, tiene mucha información, muchas experiencias vividas y memorizadas, que pueden ser importantes para mi vida. Puede tener muchas cosas para decirme que aún no sabe mi mente. Están sólo en mi inconsciente. Esto que parece un trabalenguas es lo que sucede en nuestro organismo. Muchas experiencias de nuestra vida se quedan en el inconsciente, en nuestro cuerpo, porque no encajan en nuestras normas de vida, en las creencias que nos marcan el camino. Actitudes y emociones que en el proceso de cambio es necesario pasarlas al consciente, y para esto suele ser necesario quitarles el juicio negativo, la prohibición, o la culpa que conllevan. ¿Cuál es el riesgo de mantener el síntoma, o anestesiarlo? Que la permanencia del esfuerzo a largo plazo de la función exigida va debilitando el organismo, los tejidos y las funciones saludables. Bienvenido sea el lenguaje del inconsciente que se expresa en nuestras sensaciones físicas, síntomas corporales, o disturbios en nuestro “normal” funcionamiento. Algo interno y profundo se hace visible externamente . Tenemos una señal clara que podemos atender. Por este mecanismo es que el contacto consciente, el masaje por ejemplo, o los movimientos que estimulan la conciencia sensorial, ayudan a despertar memorias inconscientes almacenadas en nuestro cuerpo que, una vez activadas, y en la conciencia pueden ser procesadas e integradas en un proceso terapéutico. Y por eso, el camino hacia la salud, algunas veces, nos lleva por caminos sinuosos que, aunque nuestra mente dual, y nuestros juicios los califiquen de manera negativa, son necesarios e importantes para nuestro crecimiento, evolución y salud. La sombra a veces se hace luminosa luego de atravesar cierto tramo opaco en el que no vemos con claridad la salida. Detenerse a escuchar, descifrar el síntoma o molestia física es establecer un espacio seguro para poder conversar tranquilamente con nuestro inconsciente y comprender su necesidad o deseo oculto. Simplemente.
Por María Inés Gómez 02 oct, 2018
Este nuevo curso 2018/19 sigue viniendo con transformaciones y cambios. He decidido recuperar un ámbito de mi hacer terapéutico que estaba momentáneamente en espera. Y probablemente suene raro, pero me he dado cuenta que necesito retomar la maravillosa experiencia de dar masajes. Durante 20 años de mi vida una de las fuentes de gratificación, silencio y contacto para mi nutrición personal, y en mi hacer profesional, fue dar masajes. Resulta para mi un regalo tener la posibilidad de entrar en tan profundo espacio de silencio, entrega y comunicación conmigo misma y con el otro. Para los que aún no lo sabéis, mi primer libro se titula "Del Silencio a la Luz" Un camino de crecimiento sin atajos, lo que os puede dar una idea de lo importante y nutritivo que es para mí el silencio, un espacio de descanso, regeneración y contacto conmigo misma. En este espacio de actitud meditativa y contacto, el silencio me ayuda a contactar con el otro. Este es el estado interno necesario para entrar en contacto con la otra persona, la que recibe el masaje. En el encuadre de una sesión de masaje, lo importante es entregarse con amor a las necesidades de la persona que recibe el masaje. ¿Te imaginas las suaves olas del mar recorriendo tu cuerpo una y otra vez, mientras tu recibes su suave vaivén en la piel, durante mas de una hora? Eso es un masaje regenerador y relajante. Hay una descripción del masaje que me gusta mucho, de Gabrielle Roth, la creadora de los cinco ritmos, que dice: " Al seguir la forma corporal de la conciencia con masajes fluidos y amorosos, comunicamos un mensaje que todos necesitamos oír y sentir una y otra vez: Estás bien. Eres perfecto a tu manera" Experimentar una forma de contacto humano en situación de quietud, y recibir atención y cuidado, ayuda a reparar viejas heridas, imprimiendo una experiencia sensorial asociada a la confianza y la seguridad. Si miramos la experiencia desde el punto de vista biológico, sabemos que en el contacto físico se producen hormonas, como la oxitocina, la hormona del apego y la vinculación emocional que nos hace sentir tranquilidad y seguridad. Las experiencias de contacto físico hechas con conciencia y corazón poseen una gran capacidad sanadora. Y esto se debe a que podemos imprimir, a través de los receptores sensoriales del sistema nervioso que se encuentran en la piel, una nueva información en nuestro cerebro. La experiencia se contacto se convierte de esta manera, en una reparación de las antiguas experiencias de abandono o carencia. Todos tenemos anhelo de otra piel con la que hacer contacto que nos ayude a sentir conexión y sostén. ¿Y cuál es la relación de esta experiencia con la epigenética de Bruce Lipton? Si recordamos lo que explica B. Lipton sobre la importancia de la membrana plasmática de la célula para controlar la expresión de nuestros genes, y llevamos este principio a nuestra piel, que es la membrana que recubre nuestro cuerpo en su totalidad y la que recibe los estímulos del exterior a través del sistema nervioso, podemos inferir que la vida emocional que llevamos puede modificar la expresión de nuestros genes. El gran aporte de la epigenética es confirmar que no somos esclavos de nuestro genoma, que nuestra salud puede ser modificada por nuestras experiencias de vida y acciones, como la alimentación, las emociones y la seguridad que elegimos para nuestra vida. Está muy comprobado, y probablemente lo habéis experimentado, que un contacto suave, delicado, y el movimiento de las zonas de nuestro cuerpo que activan las cualidades de soltar, de ser calmado y tranquilizado despiertan el lado suave de la experiencia humana. Y este mensaje de seguridad y confianza llega profundamente a nuestro cerebro, nuestro corazón y nuestra esencia. Te sugiero que te permitas incluir en tu vida este tipo de sensaciones y sentimientos tan beneficiosos para tu salud con cierta regularidad. Notarás la diferencia en tu bienestar. Estoy segura que ahora comprenderéis mejor mi gusto y placer de retomar las sesiones de masaje para vivir y compartir esta experiencia sanadora. Mi hacer se ha nutrido de muchas fuentes en este tiempo de impasse y pondré mi nueva experiencia al servicio de vuestra salud. Por lo que os invito a experimentar un masaje profundo y reparador. Estará disponible los días Viernes, cada quince días. Dos viernes al mes. Os invito a llamar y concertar una cita al 669516730, os recuerdo que mi nombre es María Inés , y estaré encantada de compartir la experiencia con vosotros.
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Por María Inés Gómez 07 may, 2020
Muchos días sin salir a la calle. Sin la vida “normal” tal y como la conocíamos hasta ahora. Esto significa también, sin cierto tipo de estrés, social, de traslados, transportes, carreteras, viajes y actividades. Algunas de ellas de ocio, que terminaban siendo estresantes pero tenían su recompensa. Hemos comprobado que una vida diferente es posible. El ser humano se adapta, tenemos una gran capacidad para ello. A veces a costa de consecuencias traumáticas, pero nos adaptamos. Ya hemos modificado hábitos, conductas, hasta hemos reducido nuestro ritmo metabólico por la falta de actividad física (aunque hayamos hecho yoga, pilates, y estiramientos en casa). Ésta adaptación en algunos casos ha implicado un embotamiento o lentitud mental, en otras personas puede haber habido más claridad y concentración, en muchos insomnio y en otros mejor ritmo de sueño. Como siempre digo, somos y reaccionamos de manera muy distinta. Algo que hemos ganado es en nuestro espacio de seguridad , nos hemos habituado (aunque con quejas, claro, normal…) al sitio en el que nos ha tocado confinarnos. Hemos encontrado un equilibrio, que en muchos casos es precario e incierto, pero puede ser que sea cierto tipo de equilibrio conocido. Nuevos desafíos, nuevos espacios donde hemos encontrado un espacio seguro, o en algunos casos hemos identificado con claridad los posibles y cercanos peligros. Ahora entramos en fase de desescalada de esta seguridad conseguida, para entrar en el mundo externo de peligros reales e intangibles. Hemos pasado una guerra sin escombros en las calles, ni ruidos de bombas ni sirenas. No hemos podido “ver” de primera mano las pérdidas de las personas que han fallecido, no hemos podido compartir el dolor ni llorar las ausencias. Nos han bombardeado con mensajes de “todo va a salir bien” que ha sido tanto un refuerzo como una negación de la tragedia que vivimos. El paisaje urbano será distinto , negocios que no habrán podido resistir y no volverán a abrir sus puertas, espacios vacíos, pocas reuniones, no muchas risas, distancia social visible (o las alertas cuando no la respetemos). No sabemos ni en cuanto tiempo ni cómo nos recuperaremos de esta guerra sin escombros visibles. Y nos sentiremos en peligro. De que esto se vuelva a repetir, que haya un rebrote será responsabilidad nuestra (o eso nos dicen). Miedo porque no nos contagian los enfermos solamente, no podemos ver el peligro, el virus es invisible y muchas veces la enfermedad también. Puedo contagiar sin estar enfermo. Peligro invisible e intangible. Peligro de no recuperar nuestros trabajos, nuestros hábitos, nuestra seguridad económica. Necesitaremos “reinventarnos”, o sea comenzar en muchos casos de nuevo, cambiar de oficio, de dinámicas, con toda la inseguridad que eso implica. Y esto significa volver a descubrir qué es lo que nos da seguridad . El ser humano necesita sentirse seguro y vinculado para poder crecer. Y ambas cosas han sido heridas, la seguridad y las relaciones. Este proceso llevará tiempo, largo tiempo, como todo proceso de cambio. Esta será la verdadera “reinvención”, explorar y descubrir de nuevo mis lugares seguros, mis espacios de seguridad para crecer. Para ello necesitaremos de nuestros sentidos, conocernos, explorarnos y auto-observarnos, monitorizarnos sensorialmente. Necesitaremos de nuestro oído, de nuestra vista, de nuestra capacidad exploratoria consciente e inconsciente. Necesitaremos de la movilidad de nuestro cuello flexible, para observar nuestro entorno, para explorar el espacio, la calle, las personas, ver y sentir cuál es el nuevo lugar seguro. Estaremos en contacto con la frustración, la impotencia y el miedo. Sentimientos que se expresarán ante lo que no podamos hacer, ante lo que sale mal o no esté a nuestro alcance, y ante lo nuevo e incierto. En esta fase será necesario • Aprender a equilibrar y contactar entre lo que ha sido hecho y lo que no ha podido ser. • Nutrirnos de las pequeñas cosas, • Encontrar la sensación de saciedad y satisfacción • Sostener la incomodidad de lo desagradable como algo pasajero • Acompañar y aceptar sin juicio la emoción que surja en cada momento • Buscar momentos de confianza, de entrega a lo que sucede y de rendición ante lo que se nos escapa. Nuestro cuerpo es el gran continente de lo que sentimos y percibimos . Tenemos mucha capacidad de tolerar, con conciencia, muchas y diferentes sensaciones y sentimientos. Nuestro sistema nervioso puede sostener el estrés saludable que acompaña a las situaciones de cambio, nuestra conciencia se amplía cada vez que vencemos un desafío, siempre y cuando tengamos la posibilidad de relajarnos cuando el peligro termine. Tendremos buenas oportunidades de ampliar nuestra ventana de tolerancia a lo desagradable o doloroso y esto nos hará más fuertes. Podremos comprobar nuestra gran resistencia de forma consciente para aumentar nuestros recursos y estrategias de afrontamiento del estrés. Ahora cada momento será una oportunidad de conocerte, de avanzar y desafiarte. Sea cuál sea la situación a la que tengas que enfrentarte, con conciencia saldrá adelante, respirando, poco a poco y atendiendo cada detalle para encontrar el lugar seguro en el que sostenerte para seguir creciendo. Y esto con conciencia, es posible!
Por María Inés Gómez 27 mar, 2020
Estamos viviendo un momento increíble en el que todos nos preguntamos cómo estar en esto de la mejor manera, verdad? Hay miles de respuestas y muchas maneras posibles, tantas como personas y situaciones particulares de vida, esto se ve más que nunca. Llevo días dejándome sentir cómo contribuir públicamente, como pronunciarme respecto a lo que vivimos, y no porque haga falta, sino por aclararme a mí misma y compartir. Para mí, en lo privado es un desafío de conciencia y aceptación de la montaña rusa de estados que se presentan día a día. En lo profesional está muy claro para mí hace tiempo que mi misión es acompañar, sostener, ayudar todo lo que me sea posible. Esta actitud y esta claridad sostiene a mí misma y ayuda a sanar a otros, y eso es lo que estoy haciendo. En la medida que sea hacer el cambio de sesiones presenciales por online, y viendo/sintiendo muy buenos resultados. El corazón es capaz de transmitir más allá del límite de la pantalla. Ante esta situación tan excepcional me he encontrado con una forma sofisticada de exigencia y quiero decir algo sobre ello. Es verdad que toda crisis es una oportunidad de cambio, que puede dirigirse hacia algo mejor o peor. La dirección y el resultado podremos verlo a mediano o largo plazo. Lo difícil es el proceso. Y es importante tener en cuenta que el final no existe, porque siempre estamos en camino hacia alguna parte. Estamos siendo inoculados por el virus del pánico y la crueldad a través de los medios, que nada saben de compasión ni sensibilidad. Lo que significa que sentimos miedo, la muerte genera miedo, la enfermedad y la incertidumbre también lo alimentan. No hay antídotos para esto, hay procesos, hay conciencia, hay recursos, si . Pero en el miedo estos recursos se esconden. Dependiendo de la situación laboral, personal, económica y familiar hay miles de experiencias diferentes. En la mayoría de las cuales es muy difícil encontrar calma, serenidad o disfrute de esta “oportunidad”, para hacer cosas pendientes, reflexionar o hacer orden o nuevos planteamientos de vida. Activando mis recursos como Psicoterapeuta Corporal, lo que me doy a mí misma es Permiso . Y te sugiero que lo pruebes. Permiso para sentir lo que sea que sientas, permiso para percibir sensaciones, permiso para desesperarse, para tener miedo, para alegrarse por la primavera, por una caricia, para sentir el agobio de la muerte que nos toca profundamente, permiso para la soledad y el aburrimiento, la apatía, para el yoga y el baile, para comer, cocinar y dormir. Permiso para saber lo que sucede, o para no saber. Permiso para conocer lo que hay en ti, en tu cuerpo, tus emociones y pensamientos. Todo este permiso ayudará a que en el cuerpo queden las menores secuelas posibles. Porque la emoción (la que sea) pasará, porque el miedo pasará, la pandemia pasará, el confinamiento también pasará. Porque lo desagradable, difícil, lo bonito, también pasará. Y seguiremos adelante. Mi sugerencia es que No te esfuerces, no reprimas, no te exijas, recibe lo que sientas, lo que notes, lo que pienses, alimentando lo menos posible cada una de estas percepciones para que puedan fluir y transformarse por sí mismas en otro estado, en lo que sea que se transformen. Para que cambien, se transformen, se unan y se separen, y te ayuden a regularte, a saber lo que necesitas y atenderlo, si puedes, o cuando puedas. Para sentir miedo, rabia, horror, pena, alegría…o nada de nada. Esto es fluir. Esto es la vida. La filosofía budista, en algunas de sus vertientes, nos enseña esto hace miles de años. Recibe, siente, deja ir, sé consciente, no dejes que tu mente controle todo, no intentes llevar todo siempre a un sitio determinado. “Cuando todo se derrumba y estamos al borde de no se sabe qué, la prueba para cada uno de nosotros es permanecer en ese punto y no concretar. El camino espiritual no consiste en tratar de llegar al cielo y acabar accediendo a un lugar magnífico” Pema Chödrön. (Cuando todo se derrumba) Y si ves que nos puedes, no sabes, no tienes fuerzas, pide ayuda. Te ayudaremos a que las recuperes y encuentres tu mejor manera de transitar lo que te suceda. Aquí estamos. Y somos muchos!
Por María Inés Gómez 13 nov, 2019
“ Si camino hacia adentro de mi nunca veo el final de los senderos, al contrario, se abren a cientos como las venas de mi cuerpo dándome más vida. De todos los caminos, sin embargo, conozco la meta: es la luz, transparencia inequívoca que me permite avanzar aún consciente de mi ceguera.” Esta es una bonita descripción de lo que significa comenzar un proceso de terapia. Adentrarse en uno mismo y descubrir caminos que llevan a lugares nuevos, luminosos u oscuros, pero en los que en el final siempre hay una luz que no éramos capaz de ver al inicio. Puede ser una luz brillante, o una suave, pero nos muestra algo saludable que habita en nosotros y no lo sabíamos. El mundo que nos está tocando vivir, siempre cambiante e inestable nos lleva frecuentemente a entrar en situaciones de conflicto que pueden llegar ser muy profundas. Seguro que alguna vez te ha sucedido que no sabes para dónde tirar, ni que es lo que sientes y quieres. Es muy habitual no tener suficientes herramientas para gestionar lo que nos sucede. Los motivos son variados, nuestra educación emocional suele ser bastante pobre y las necesidades personales van cambiando en cada etapa y momento de la vida, por lo que nuestras herramientas aprendidas caducan con el tiempo. Por eso es muy necesario, tomarte un tiempo para pensarte en compañía, para escucharte y escuchar, para sentirte y mirar la vida desde nuevos ángulos, y con nuevos ojos. Para dejarte acompañar y cuidar, para aprender a conocerte y cuidarte. Para sanar heridas y sentirte cada vez más seguro en la propia piel y en tu pequeño o gran mundo vital. Si esto es lo que sientes, que puede expresarse en forma de cansancio, falta de motivación, angustia, estrés o simplemente la sensación de que necesitas un cambio y no sabes cómo hacerlo, no dudes en pedir ayuda profesional. Estoy aquí, y me he entrenado personal y profesionalmente para acompañar procesos de cambio vital y transformación personal. Contacta conmigo y da el primer e importante paso hacia el cambio que es pedir ayuda y dejarte acompañar. El bienestar y el disfrute que encontrarás en el camino será la luz que te guíe. (Poema de Begoña Abad. 2014)
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